CAPÍTULO 1:
Imagina a un hombre a caballo, entrando por los caminos polvorientos de Castilla, con una capa oscura y una bolsa llena de pequeños libros. No vende tabaco, ni ofrece pan: lleva Biblias. En español. En un país donde solo se permitía leerlas en latín y bajo vigilancia.
Ese hombre era Jorge Borrow, un británico con una pasión insólita. En 1836 llegó a España enviado por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, para sembrar la Palabra de Dios en una tierra árida de libertad religiosa (sí, aunque hoy cueste imaginarlo, hubo un tiempo no tan lejano en que tener una Biblia en español podía meterte en problemas… ¡y no precisamente teológicos!).
Fue interrogado, vigilado, incluso encarcelado. Pero no se detuvo. En ciudades como Madrid o Sevilla, montó su puesto en plena calle y ofrecía los Evangelios por unas pocas monedas. Algunos lo tomaban con respeto. Otros con miedo. Y más de uno con furia.
Así empezó nuestra historia.
No con grandes templos ni instituciones, sino con una Biblia entregada con fe, una a una.
Hoy, casi dos siglos después, seguimos caminando esa senda.
Continuará…
La próxima semana: conocerás a los que tomaron el relevo tras Borrow, llevando la Palabra por montañas, aldeas y caminos olvidados.