1 al 12 de octubre
La Biblia en el hogar
Hay casas donde la Biblia está… pero no se toca. Está en una estantería, sobre una mesa, o guardada en un cajón. A veces se abre solo en momentos difíciles o cuando alguien recuerda que, quizá, ahí hay respuestas. Otras veces, ni eso. La verdad es que, en medio del ruido diario —la prisa, las pantallas, los horarios infinitos—, puede parecer imposible hacerle un hueco a la lectura en familia.
Pero qué diferente sería si la Biblia no fuese solo un libro más en casa, sino el corazón del hogar. Como un fuego encendido en el centro, donde los hijos escuchan historias que les marcan, los padres encuentran dirección cuando dudan, y hasta el silencio se llena de esperanza. En Deuteronomio 6, Dios no propone una fe de templo únicamente, sino una fe que respira en casa, que se cuela en las conversaciones cotidianas, que se hereda como un legado de vida.
Quizá no haya un “momento perfecto” para leer juntos, pero incluso una oración antes de dormir o un versículo en la nevera puede hacer más de lo que imaginamos.
Oramos para que los hogares vuelvan a vibrar con la Palabra de Dios. Que las familias no solo compartan mesa, sino también fe. Que padres y madres siembren verdades eternas en los corazones de sus hijos. Y que la Biblia no sea un adorno, sino una presencia viva entre los nuestros.
“Estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa…” – Deuteronomio 6:6–7
13 al 19 de octubre
Biblia y redes sociales
Todo el mundo publica algo. Un café, una canción, una opinión. Abrimos Instagram o TikTok y ahí está: una avalancha de palabras, imágenes, mensajes. Entre ellos, a veces, también aparece la Biblia. Un versículo sobre fondo pastel. Una reflexión de 15 segundos. Un testimonio contado desde la habitación de alguien, sin filtros.
Y sí, es bonito que la Palabra llegue tan lejos. Pero también es frágil. Porque no siempre llega bien. A veces se edita, se corta, se convierte en frase motivacional y pierde parte de su profundidad. Otras, simplemente se malinterpreta. No es que falte contenido cristiano… es que hace falta más verdad, más cuidado, más autenticidad.
La verdad es que tenemos una oportunidad inmensa entre manos. Nunca ha sido tan fácil compartir lo que creemos. Pero eso no significa que sea sencillo. Publicar un versículo es fácil; vivirlo y comunicarlo con sentido, no tanto.
Oramos por quienes tienen el valor de hablar de su fe en internet. Por los jóvenes que siguen cuentas cristianas, pero no saben por dónde empezar. Por creadores que quieren compartir luz, pero también dudan o se agotan. Y por todos los que, entre tanto ruido, buscan un mensaje que realmente toque el corazón.
“Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” – Colosenses 4:6
20 al 26 de octubre
Ciencia, conocimiento y asombro por la creación
27 al 31 de octubre
Crisis económica y subida de precios
Puede que para algunos no haya cambiado gran cosa. Pero para muchos otros, llenar la nevera se ha vuelto un reto. Los precios suben —poco a poco, pero sin parar— y hay hogares donde cada céntimo cuenta. Se cancelan actividades, se recortan caprichos… y, a veces, hasta lo necesario.
Quizá no lo veamos a simple vista, pero cada día hay familias tomando decisiones duras: ¿luz o comida?, ¿medicina o alquiler? Las estadísticas hablan de inflación, pero detrás hay historias, hay rostros, hay cansancio.
Jesús conocía ese tipo de realidades. Por eso nos habló del cuidado de Dios usando cosas tan sencillas como los lirios del campo o las aves del cielo. No lo dijo para negar la dificultad, sino para recordarnos que no estamos solos. Además, nos desafió: «Dadles vosotros de comer». Es decir, no te quedes mirando.
Porque la fe no se encierra en una oración. También se traduce en gestos: compartir, mirar al que está al lado, no acumular lo que no necesitas cuando a otro le falta lo esencial.
Oramos por quienes han perdido el trabajo o están atrapados en una economía que no les da respiro. Por quienes eligen entre pagar el alquiler o la comida. Por las familias que no saben cómo explicarles a sus hijos que no hay. Y también por la iglesia: para que sea un lugar de refugio real, no solo espiritual. Que nuestras manos y mesas estén abiertas. Que no solo digamos “ánimo”, sino también “aquí tienes”.